Dos de los personajes más entrañables de la literatura española de los últimos años son, sin duda, el inspector Leo Caldas y su compañero Rafael Estévez, que aparecieron en escena en “Ojos de agua”, la primera novela de lo que luego sería una trilogía escrita por Domingo Villar. 

El escritor vigués (tristemente fallecido en 2022) volcó en estas tres novelas, “Ojos de agua”, “La playa de los ahogados” y “El último barco” toda la morriña gallega, todo el amor posible por su tierra y sus paisanos y toda la buena literatura que se podría esperar. 

El director Gerardo Herrero eligió la segunda de las aventuras de Caldas y Estévez para llevarla al cine en 2015. Producida por Tornasol Films y Foresta Films y con la colaboración de Pontevedra Provincia Film Commission, y Vigo Film Office, no hubo duda alguna en que los únicos escenarios posibles para rodar la historia eran los reflejados en el libro.

Siguiendo las huellas de Leo Caldas por Nigrán

“La playa de los ahogados está en el municipio de Nigrán (Pontevedra) donde la conocen como A Madorra. Este pequeño rincón,  cercano a Vigo, ofrece un estupendo recorrido por los paisajes de la novela y de la película. La ruta incluye cinco paradas en puntos claves: el puerto de Panxón, la playa de A Madorra, el Templo Votivo del Mar, Punta Lameda, en la península de Monteferro y el Monumento a la Marina Universal. Está perfectamente señalizada y se puede hacer en menos de tres horas.

Templo Votivo del Mar en Nigrán (Pontevedra) / Pontevedra Film Commission

Este recorrido nos permite conocer, ya que estamos, esta preciosa zona de la costa pontevedresa. Por aquí hay petroglifos y monumentos megalíticos, aderezados con restos romanos y visigodos, los siempre presentes restos medievales y los muy nobles palacios (en Galicia, pazos) con jardines de camelias y vistas al mar o al río. 

A la hora de elegir un lugar para darnos un festín gastronómico (además de seguir las indicaciones de Caldas, que de esto sabe lo suyo), se puede parar en cualquiera de los establecimientos cercanos al puerto de Panxón, donde pescado y marisco recién salidos del mar se riegan con los mejores vinos de la DO Rías Baixas. ¡Y a ver el atardecer con una buena copa de vino!

La playa de A Madorra, en Nigrán, es la auténtica “playa de los ahogados” / Pontevedra Film Commission

Vigo: mucho más que luces de Navidad

El hilo conductor de las novelas de Villar es, sin embargo, Vigo. La ciudad olívica, tradicional y moderna, vibrante y calmada, refleja la evolución de la sociedad gallega en las últimas décadas. Para el lector, pasear con Leo Caldas por Vigo es visitar esquinas, calles y bares que huelen a mar y a buen vino, disfrutando sin prisa de esos pequeños placeres cotidianos que nos da la vida. 

Esta misma atmósfera se refleja en la película de Herrero. En ella, seguimos a un fantástico Carmelo Gómez desde la emisora de radio en la que colabora hasta la mítica Taberna Eligio, donde se refugia cada noche para reflexionar sobre lo acontecido durante el día, pasando por la comisaría en la que trabaja y por el restaurante del puerto donde va a disfrutar de los placeres de la gastronomía local. Por cierto que Vigo ofrece otras rutas literarias que sorprenderán al turista de pantalla. Sólo una pista: Julio Verne pasó por allí…

Vigo es, ante todo y sobre todo, una ciudad que mira al mar. En este caso, a la ría de Vigo, uno de esos lugares de atardeceres mágicos que pueden verse desde alguna de sus playas. La de Samil es la más conocida y está salpicada de múltiples terrazas a tal fin. Desde ellas se pueden vislumbrar, a lo lejos, las islas Cíes, paraíso natural de aguas heladas.

Vista de las Cíes desde la playa de Samil, Vigo / Vigo Film Office

Montero Ríos es la alameda que une el centro (casco vello, en gallego) con el club náutico, la terminal de ferries, las dársenas de pesqueros y la lonja. Las calles García Barbón, Policarpio Sanz y Urzáiz recogen el ensanche modernista y ecléctico, lleno de teatros, palacios, caserones y tiendas. Y cerca de la zona de tapas y vinos, como no. La oferta incluye todas las variaciones posibles de la rica gastronomía gallega. Difícil, muy difícil, elegir entre empanada o pulpo; pimientos de Padrón o xoubas; churrasco o lacón con grelos. Aunque sí que hay un manjar en concreto hay que probar en Vigo: las ostras. Tanto, que hasta tienen su propia calle, compuesta por pequeños puestos que las venden por docenas, abiertas al momento. Aquí está también el conocido “mercado da pedra”, donde en tiempos, los marineros vendían sus exóticas mercaderías y ahora se venden falsificaciones de calidad. O eso dicen. Nosotros, por supuesto, no lo hemos comprobado. 

Y, para bajar la comida, nada mejor que un paseo por el hermoso parque de Castrelos, con sus jardines de época, el Pazo Quiñones de León y sus vistas a la ciudad. También es uno de los mejores lugares de Vigo para ir con niños, gracias a su enorme parque infantil y su lago con patos y cisnes.

Y sí: en diciembre hay que ir para ver las luces de navidad. Ambientazo garantizado y espectáculo cinematográfico inigualable.

“El último barco»: la ría de Vigo en todo su esplendor

Vista de la ría de Vigo con el puente de Rande / Vigo Film Office

Aunque sólo se ha llevado al cine la segunda entrega de la trilogía, es muy recomendable -tanto si se es lector de Villar como si no-  recorrer los escenarios de sus tramas. Una manera de conocer la ría de Vigo tan mágica y especial como sus personajes. Turismo Rías Baixas nos da las claves aquí. Llegar a la península del Morrazo pasando por el espectacular puente de Rande, forma parte de la experiencia viguesa. Inolvidable.

Por su parte, el concello de Moaña, nos propone la ruta de “El último barco”. Tristemente, Domingo Villar no supo que, efectivamente, ese sería el último de sus libros. Nos queda la esperanza, eso sí, de que se lleven a la pantalla sus otras dos novelas. Estaremos atentos.

Por María Parcero